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 Yo te lo digo, Laura… quien encierra 
valor para romper el yugo necio 
de las preocupaciones de la tierra. 
Quien sabe responder con el desprecio 
a los que, amigos del anacronismo, 
defienden el pasado a cualquier precio. 
Quien sacudiendo todo despotismo 
a ninguno somete su conciencia 
y se basta al pensar consigo mismo. 
Quien no busca más luz en la existencia 
que la luz que desprende de su foco 
el sol de la verdad y la experiencia. 
Quien ha sabido en este mundo loco 
encontrar el disfraz más conveniente 
para encubrir de nuestro ser lo poco. 
Quien al amor de su entusiasmo siente 
que algo como una luz desconocida 
baja a imprimir un ósculo en su frente. 
Quien tiene un corazón en donde anida 
el genio a cuya voz se cubre en flores 
la paramal tristeza de la vida; 
y un ser al que combaten los dolores 
y esa noble ambición que pertenece 
al mundo de las almas superiores; 
culpable es, y su lira no merece 
si debiendo cantar, rompe su lira 
y silencioso y mudo permanece. 
Porque es una tristísima mentira 
ver callado al zentzontle y apagado 
el tibio sol que en nuestro cielo gira; 
o ver el broche de la flor cerrado 
cuando la blanca luz de la mañana 
derrama sus caricias en el prado. 
Que indigno es de la gloria soberana, 
quien siendo libre para alzar el vuelo, 
al ensayar el vuelo se amilana. 
Y tú, que alientas ese noble anhelo, 
¡mal harás si hasta el cielo no te elevas 
para arrancar una corona al cielo!… 
Álzate, pues, si en tu interior aún llevas 
el germen de ese afán que pensar te hace 
en nuevos goces y delicias nuevas. 
Sueña, ya que soñar te satisface 
y que es para tu pecho una alegría 
cada ilusión que en tu cerebro nace. 
Forja un mundo en tu ardiente fantasía, 
ya que encuentras placer y te recreas 
en vivir delirando noche y día. 
Alcanza hasta la cima que deseas, 
mas cuando bajes de esa cima al mundo 
refiérenos al menos lo que veas. 
Pues será un egoísmo sin segundo, 
que quien sabe sentir como tú sientes 
se envuelva en un silencio tan profundo. 
Haz inclinar ante tu voz las frentes, 
y que resuene a tu canción unido 
el general aplauso de las gentes. 
Que tu nombre do quiera repetido, 
resplandeciente en sus laureles sea 
quien salve tu memoria del olvido; 
y que la tierra en tus pupilas lea 
la leyenda de un alma consagrada 
al sacerdocio augusto de la idea. 
Sí, Laura… que tus labios de inspirada 
nos repitan la queja misteriosa 
que te dice la alondra enamorada; 
que tu lira tranquila y armoniosa 
nos haga conocer lo que murmura 
cuando entreabre sus pétalos la rosa; 
que oigamos en tu acento la tristura 
de la paloma que se oculta y canta 
desde el fondo sin luz de la espesura; 
o bien el grito que en su ardor levanta 
el soldado del pueblo, que a la muerte 
envuelto en su bandera se adelanta. 
Sí, Laura… que tu espíritu despierte 
para cumplir con su misión sublime, 
y que hallemos en ti a la mujer fuerte 
que del oscurantismo se redime. 
 
1872
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