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Zoopoligrafía – Canto III

[Poema - Texto completo.]

José Gualberto Padilla

Canto III

Todo tirano debe ser odiado,
porque no hay ley divina ni aun humana
que un privilegio marque detestado
de raza alguna en pro noble o villana
tal privilegio yace en el pasado
si como ley volviera es ley tirana
y por lo tanto el odio se merece
que el corazón a déspotas ofrece.

Pero entre sí las mismas tiranías
no tienen de común más que el ser malas,
que hay en ellas también categorías
y unas visten harapos y otras galas
odiadas todas, por iguales vías
al cabo vienen a quebrar sus alas,
mas unas caen entre sangre pura
y otras del fango entre la masa impura.

Si un pueblo lucha con la ruda mano
con que le oprime un déspota gigante
de aliento fuerte y brazo soberano,
en su misma abyección vive arrogante:
mas si es tan solo mísero y enano
el opresor un ente vergonzante,
el noble pueblo su destino llora
porque tal ente, la nación desdora.

Así la Iberia de vergüenza llena
viéndose presa de la liga impía
arrastraba gimiendo la cadena
que la fuerza o la maña la imponía
a veces aguijada por su pena
el tiránico yugo sacudía
siempre en vano, que siempre destrozada
del tirano a los pies cayó postrada.

Ya bajo el tigre que domó su cuello
vertió cien veces sangre generosa
por conquistar un fúlgido destello
de sacrosanta libertad preciosa
poniendo así de sangre un noble sello
a la encubierta y maldecida losa
donde la libertad muerta yacía
hollada por tiranos a porfía.

También del elefante cachazudo
honró la marcha lerda y jadeante
de libertad un generoso escudo
con su sangre poniéndole delante,
pero aquel bruto de pudor desnudo
puso en ella su planta vacilante
y osó llevar con vergonzosa pompa
a un código sagrado su vil trompa.

Tigre, elefante y osos opresores
cuando de libertad la llama ardía
apagaban con sangre sus fulgores
porque la luz sus planes descubría
víbora y mono viles y traidores
adelantaron por la misma vía
y al fin Iberia tras tamaño estrago
de noble sangre vino a ser un lago.

Así en el campo, bravos campeones
de libertad sagrada y oprimida,
bajo él hierro cayeron cien leones
honra de Iberia que les díó la vida
y al abrazar muriendo los girones
de su bandera santa y combatida
de propia sangre llenas ambas manos
azotaban el rostro a los tiranos.

Que así no más inclina la cabeza
el que combate noble y esforzado
y nunca el yugo insulta su fiereza
por hierro solo su valor domado:
así cayeron llenos de grandeza
los defensores del pendón sagrado
así cayó tras duelos muy prolijos
un jabalí valiente con sus hijos.

Así cayó con pecho soberano
del que valor y honor eran las galas
un gallardo león americano
despedazado por traidoras balas:
a otros también asesinó el tirano
de excelsa libertad bajo las alas
y a otros en cárcel o en atroz destierro
del despotismo cobijaba el hierro.

¡Víctimas todos de la ruin gavilla
cayo recuerdo execrará la historia!
¡Mártires santos, cuyo nombre brilla
con rauda luz de inmarcesible gloria
y cuya sangre de la vil pandilla
el nombre cubre de baldón y escoria,
porque la sangre libre así vertida
gota por gota cubre al homicida!

¡Ay! ¡Once años entre luto y llanto
sufrió la Iberia tan contraria suerte!
¡Por once años aprimiola el manto
del despotismo cruel con mano fuerte!
¡Por once años su fatal quebranto
solo encontró por término la muerte!
¡Once años ¡ay! de duelo y de miseria
que nunca olvidará la pobre Iberia!

Del libro de su historia, cuyas hojas
llenan sus hijos de preclara fama,
rasgar debe once páginas, que roja
sangre destilan en purpúrea llama:
páginas que revelan de congojas
y corrupción extenso panorama,
páginas que serán un anatema
a quien moderación llevó por lema.

Que las horas de llanto son muy largas,
-y muchas horas cuentan once años-,
regadas con las lágrimas amargas
que a una nación arrancan crueles daños
y los que unieron tan funestas cargas
sobre Iberia con pérfidos amaños
no debieran manchar con su memoria
las páginas del libro de su historia.

Al verse Iberia llena de coraje
presa del mono y víbora traidores
que como raza estúpida y salvaje
en su sangre se hartan corruptores
al ver que el detestado pandillaje
asesina sus hijos los mejores,
la indignación el pecho rebosando
desbordose por fin contra su bando.

Que ya era mengua para el pueblo ibero
ver a su frente al corruptor partido
hollando torpe su sagrado fuero
sin Dios ni ley profano y atrevido.
De otros tiranos el cortante acero
pudo sufrir, como el león herido,
¡pero que un mico pérfido la venza
eso ya ¡vive Dios! era vergüenza!

Y dentro el pecho con afán violento
su sangre altiva rebullente hervía
dándole noble, generoso aliento
para lanzarse a la tenaz porfía
su fuego doma, porque espera atento
una señal a su inquietud tardía
que no es la suya la señal primera
que dan dos jabalíes en su bandera.

En la desgracia el pueblo adoctrinado
mira la enseña que en los aires flota
mas vacilante no corrió a su lado
porque la duda entre su pecho brota;
así el pendón de libertad alzado
estuvo expuesto a una fatal derrota
y sus dos jefes con afán constante
por algún tiempo lo pasean errante.

El mono entonces en su orgullo ciego
creyó el pendón de libertad vencido
sin ver imbécil, que cubierto el fuego
voraz mas tarde brilla enrojecido;
y prosiguiendo su execrable juego
sacó a la garza de su blando nido
mostrando al pueblo, de coraje mudo,
que de la garza le cubría el escudo.

Mas al fin luce la señal brillante
que aguarda el pueblo en ansiedad notoria
y por su huella lánzase arrogante
su pecho alzando el fuego de la gloria
a su cabeza muéstrase gigante
el valiente león de la victoria
tremolando su brazo el oriflama
que pura luz de libertad derrama.

Al verlo entonces tiembla la gavilla
conociendo del pueblo el poderío
y del noble león que lo acaudilla
el libre fuego e indomable brío
y con su oro cargando y su mancilla
ocultose por fin el bando impío
en su lugar como postrer ultraje
poniendo un lobo indómito y salvaje.

Procediendo con maña el lobo astuto
quiso calmar del pueblo los furores
para coger más tarde el propio fruto
que la banda de bestias anteriores:
mas engañose en su intención el bruto
y al ver que el pueblo firme en sus rigores
tenaz se opone a que el gobierno ejerza
se promete rendirlo con la fuerza.

¿Mas quien del río que bulle desbordado
un dique opone al bramador torrente,
que no caiga en seguida destrozado
al empuje veloz de su corriente?
¿Quien alza el brazo necio y obstinado
ante la masa popular valiente,
sin que en el polvo rueden sus cenizas
por su bravura convertido en trizas?

Así se traban en tenaz contienda
el noble pueblo y la sangrienta fiera
dando al encono desalada rienda
con firme empeño y voluntad entera:
ambos caminan por contraria senda,
muestran opuestos desigual bandera,
que libertad del pueblo es el emblema
y despotismo de la fiera el lema.

Los dos pendones con afán violento
en rudo choque cruzan sus señales
y firmes ambos por contrario intento
en fiera liza trábanse mortales:
del noble pueblo crece el ardimiento
de propia sangre viendo los raudales
que por la santa libertad vertida
va a fecundar el árbol de su vida.

Y ante el esfuerzo noble y soberano
con que la muerte valeroso afronta
sobre el pendón del bárbaro tirano
de libertad la enseña se remonta
que roto el dique a su furor insano
todo ante el pueblo ceja en fuga pronta
pues solo en fin necesitó tres días
para en el polvo hundir las tiranías.

Entonces fueron hasta el trono mismo
de libertad frenéticos clamores
como un adiós al fiero despotismo
al par que una amenaza a los traidores,
que del terror en medio al paroxismo
bajo el trono abrigaban sus horrores
sintiendo vacilar el mismo trono
del pueblo libre ante el furioso encono.

Mas son de los pueblos nobles, generosos
y no sacian su enojo en el caído:
en el combate luchan valerosos
y su mano después dan al vencido
si crueles en la lid son y furiosos
pronto su triunfo legan al olvido;
y siempre justos como siempre humanos
vale un pueblo no más cien soberanos.

Así el de Iberia viéndose triunfante
respetó de la garza la morada
aun conociendo que en aquel instante
de sus verdugos era la carnada,
mas su victoria no llevó adelante
olvidando su historia desgraciada
y así de ruda ley a la cuchilla
escapó la vandálica gavilla.

El trono entonces respetando el fuero
del pueblo que por él luchó esforzado
cuerdo por fin entró por el sendero
que marcaba su pasó ensangrentado
y a la voz de un león cano y severo,
que por el pueblo fuele diputado,
término dando a tan fatal destino
el león de la victoria al mando vino.

Este el éxito fue del choque rudo
a que por fin lanzose con extremos
el pueblo ibero que sufriera mudo
de tantos brutos los feroces remos:
y de la historia aquí rompiendo el nudo
ahora en el punto aquel la dejaremos
en que de libertad feliz bandera
cubre por fin a la nación ibera.

Que aquí es preciso dar al canto un corte
que a pelo viene como corte al canto,
ya para que mi aliento no se acorte
y ya también por no rendiros tanto:
la historia seguiré sin más recorte
porque en verdad fatiga un tanto cuanto
y creo que de ella voy a quedar harto
cuando el siguiente acabe, canto cuarto.

FIN DEL CANTO III


1855


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