Canto IV
Grato es a fe, para el que cuidadoso
de la historia las páginas ojea,
ver cómo un pueblo bravo y generoso
consigue la victoria en la pelea
del gobierno arrojando valeroso
al tirano que en él se enseñorea
y a ver llega mandando en el estado
a quien su voluntad ha señalado.
El interés que entonces nos inspira
arrastra de su historia por la huella
por ver si tras el rayo de la ira
de la bonanza luce al fin la estrella:
y el que en la lucha su valor admira
viendo en la paz que su virtud destella
rinde al pueblo valiente y virtuoso
homenaje sincero y respetuoso.
Por eso al libro nuevamente acudo
que la historia de Iberia me presenta
y de su relación el hilo anudo
acallada del duelo la tormenta:
y prosiguiendo con mí acento rudo
de sus preclaros hechos dando cuenta,
al punto vuelvo en que dejó mi empeño
al invicto león del mando dueño.
Era su nombre para el pueblo ibero
de libertad la prenda más segura
pues por ella en el campo lidió fiero
y sufrió del proscrito la amargura;
que abrigaba en su pecho el león guerrero
la honradez a la par de la bravura
y de su libertad en firme guardia
hizo el pueblo al león su salvaguardia.
¡Noble confianza, que honra y enaltece
al que por sola su virtud notoria
de todo un pueblo libre la merece
llegando así al extremo de la gloria!
¡Noble confianza, que un renombre acrece
que en letras de oro gravará la historia
llevando de la fama al mismo templo
de preclara virtud un raro ejemplo!
Pero si es muy sublime tal confianza
es también a la vez muy peligrosa
y es fuerza sostenerse sin mudanza,
digno siendo de prueba tan honrosa:
que no se engaña a un pueblo en su esperanza
sin despertar su cólera furiosa
y en la historia se encuentran anotados
ídolos que murieron arrastrados.
Mas esa suerte no cabrá a la Iberia,
quien recobrado su normal sosiego
a ocuparse empezó de su lacería
buscándola un remedio desde luego;
porque ya la agobiaba la miseria
fruto no más del despotismo ciego,
del despilfarro y latrocinio eterno
de la gavilla ruin, que fue gobierno.
Dictáronse medidas generales
con que marcó el gobierno su camino
dando con ellas va claras señales
de ser gobierno de prudencia y tino
y que un calmante fueron a los males
que sobre Iberia descargó el destino,
males que luego por distinto medio
habían de hallar completo su remedio.
El águila rapaz batió las alas
emprendiendo su vuelo al extranjero
acompañada en pago a sus cabalas
de maldiciones por el grito fiero:
de sus rapiñas luce allá las galas,
arrancadas con sangre al pueblo ibero,
a quien siempre funesta, en aquel día
por poco cuesta una mortal porfía.
Y acallado el ardor de las pasiones
para apreciar con la razón debida
las varias leyes y constituciones
con que hasta allí la Iberia fue regida
mejorando sus malas condiciones,
cosa ya de antemano establecida,
para afianzar la forma del progreso
constituyente se reunió un Congreso.
Libres votos, por nadie contrariados
mandaron de la Iberia hasta la corte,
más o menos, trescientos diputados
de razas varias en figura y porte,
que de fama ganosos y alentados
porque ventajas la nación reporte
tras las formalidades preventivas
comienzan sus tareas legislativas.
Figuraban allí, lucifendo ufanos
su larga cola siempre en movimiento,
zorros maduros, ágilas de manos,
de lengua suelta y vasto pensamiento,
que por sistema, siempre de tiranos
víctimas fueron, con notable aumento
y que si bien se mira son sirenas
miel por fuera y de barro solo llenas.
A su lado aparecen silenciosos,
fijos los ojos y la oreja abierta
fieles alanos, graves, majestuosos,
en crecida falange siempre alerta,
que de los zorros oyen recelosos
la suave voz con atención incierta
pero que al cabo ceden a su ruego
deslumbrados tal vez por fatuo fuego.
Frente por frente saltan bullidores
mostrando el pico y afilada espuela
gallos altivos, bravos, reñidores,
en corta masa, mas que unida vuela,
que son del pueblo fieles defensores
en firme lucha con opuesta escuela,
falange activa, enérgica y valiente
que a los peligros va siempre de frente.
Allá más lejos, en contrario puesto,
siempre gruñendo, con semblante adusto
de algunos lobos el torcido gesto
se deja ver en el recinto augusto:
su descontento brilla manifiesto
pues nada cuadra a su anticuado gusto
pero lanzan en vano sus aullidos
pues que por nadie son apercibidos.
Y la reunión completan numerosa
algún camaleón allí escondido
y algún ave coqueta y vagarosa
que a cada instante forma nuevo nido
ambas razas en marcha fatigosa
tan solo buscan su mejor partido
que si de divisiones hay acopio
no hay partido tan bueno como el propio.
Entre opuestos discursos y razones
comienza sus trabajos el Congreso
suscitando a millares las cuestiones
que resuelve después con tino y peso,
luciendo con prolijas discusiones
raro saber en cosas de progreso,
con que a los pueblos hacen venturosos
los padres de la patria laboriosos.
Proposiciones caen allí llovidas,
arengas, relaciones y proyectos,
enmiendas y preguntas repetidas
ataques descarados o indirectos,
respuestas vigorosas o sentidas,
elogios embozados o directos,
aplausos, confusión, voces, aullidos,
rumores, picotazos y ladridos.
Así con santa paz van corrigiendo
abusos y desmanes manifiestos
las arañas en fuga van poniendo
y a las abejas nobles dan sus puestos
del gobierno a los planes asintiendo
porque con fin honrado son propuestos,
todo lo que yo aquí por no ser largo
de mi sucinta relación descargo.
Luego al examen entran cautelosos
del código que encierra sus derechos
y tras debates largos y briosos
sus artículos pasan contrahechos:
mas al tocar los puntos religiosos
el fuego recrudece de sus pechos
pues sobrevienen incidentes varios
que algo tienen a fe de extraordinarios.
Las sierpes, y los cuervos, que escondidos
por fuera van astutos escuchando,
silban y graznan de furor heridos,
porque es intolerante el negro bando,
y según ha llegado a sus oídos
el popular Congreso venerando
contrario a planes pérfidos y ocultos
va a establecer la libertad de cultos.
¡Horror! ¡Profanación! Claman feroces
aquellos carniceros animales
y por toda la Iberia van veloces
cundiéndolo con gritos infernales:
por todas partes llenan con sus voces
el corazón de tósigos mortales
y hasta al Congíeso llevan insolentes
¡sus representaciones las serpientes!
Y una de cascabel, que según fama
por alguna non sancta fechoría
en un destierro venenosa brama,
con general contento y alegría
ardiendo firme en religiosa llama
renueva a cada instante su porfía
repitiendo de paso en voz doliente,
con manifiesto afán «soy inocente.»
Entretanto los cuervos graznadores
de su noble carácter abusando,
en el púlpito sueltan sus furores
religiosa unidad preconizando
y en contra van de los legisladores
las iras populares excitando
para lo que sin miedo ni reparo
sacrílegos los llaman con descaro.
Y sorprendiendo viles y mañeros,
para escudarse luego con jactancia
la buena fd de míseros corderos
que sus firmas les dan en su ignorancia
como méritos llévanlas ligeros
del Congreso a la faz con arrogancia;
y hasta de las palomas ignorantes
memoriales arrancan vergonzantes.
¡Odiados cuervos! ¡Siempre sois lo mismo!
¡Siempre contrarios de luz que brilla!
¡Hijos del execrable oscurantismo
sembrando vais constantes su semilla
para llevar el mundo hasta el abismo
de dó salisteis en fatal pandilla,
cual negro nubarrón que cubre el cielo
y el sol esconde tras su denso velo!
Que así vosotros en falange inmunda
interponéis vuestro letal aliento
sobre la idea que vivida y fecunda
surge a la luz del vasto pensamiento
y levantáis la mano furibunda
para matarla con afán violento
sin comprender, ¡estúpida ralea!
que como Dios, es inmortal la idea.
Que más lozana crece entre rigores
y brilla más espléndida con ellos,
como entre abrojos las hermosas flores
más gratos lucen sus matices bellos :
y rápida extendiendo sus fulgores
al pensamiento vienen sus destellos
gravando en él profundo y penetrante
de sus frutos el germen fecundante.
¡Cuervos inicuos, que en tiniebla odiosa
no veis del tiempo la veloz carrera
arrollando en su marcha prodigiosa
de las preocupaciones la bandera
en su lugar poniendo esplendorosa
la enseña fiel de la razón severa,
sol que en el alma con brillante vuelo
de las tinieblas rasga el denso velo!
Oyó el Congrego en medio a sus faenas
de las serpientes el feroz silbido,
que de embozadas amenazas llenas
llegan allí con rostro compungido
como presagio de futuras penas
júntase de los cuervos el graznido
y el Congreso por dar a todos gusto
redujo la cuestión a un medio justo.
Después, siguiendo con afán severo
en sus trabajos, pasa diligente
a otras cuestiones de derecho y fuero
que su inspección reclama inteligente
la dicha haciendo del estado ibero
según lo entiende su saber prudente,
donde lo dejo en manos del destino
rogando a Dios que alumbre su camino.
Que aquí, a mi parecer cumplida dejo
de la historia de Iberia la reseña,
muy rápida en verdad, mas fiel reflejo
de los sucesos que su historia ensena:
de una época cercana es el bosquejo,
que continuar mi pluma no desdeña
si en lo futuro aquellos animales
dignos vuelven a ser de octavas reales.
FIN DEL CANTO IV
1855
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