Casa digital del escritor Luis López Nieves


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Amores difíciles: Historia y literatura

Dra. Ana Sierra
Seton Hall University, New Jersery, Estados Unidos


En su primer cuento, el escritor puertorriqueño Luis López Nieves se propuso satisfacer una fantasía erótica: apropiarse de aquello que le pertenece a otro. Efectivamente, en el cuento, Seva: Historia de la primera invasión norteamericana de la isla de Puerto Rico ocurrida en mayo de 1898, la ficción se apoderó del espacio de la historia. Para lograrlo, López Nieves puso en práctica una eficaz técnica de seducción que enturbió el juicio de los lectores puertorriqueños, haciéndoles creer que los americanos habían desembarcado por primera vez, en mayo, no en julio, y que el pueblo había resistido heroicamente la invasión. Aparentemente, la apropiación fue posible debido a que el cuento adoptó la forma de una investigación histórica y que se publicó en un periódico de San Juan, sin indicar que era ficción.

Una serie de reacciones brotaron de esta pasión desaforada: un canal de televisión y un periódico ordenaron una investigación; dos agencias de noticias estuvieron a punto de enviar un informe a los medios noticiosos internacionales; varios grupos de ciudadanos se organizaron para tratar de encontrar las ruinas del pueblo masacrado por los americanos. Cuando se publicó un editorial aclarando que Seva era ficción, todos contestaron al unísono que la ficción era el editorial, y muchos se dedicaron a pegar letreros donde, como en las canciones de amor desesperado, negaban que la amada hubiera muerto, para proclamar la verdad que les salía del alma: “Seva vive”.

¿Qué se proponía López Nieves con ese erotismo tan desmedido? Nada más y nada menos que ofrecerle a su verdadero amor, la escritura, el espacio que tradicionalmente le había correspondido ala historia. Convencido de que a través de la literatura puede aprehenderse la historia de Puerto Rico, inició el proyecto de escribir una serie de cuentos que no pretendían inspirarse en los hechos históricos para presentar un registro fiel, sino construir una nueva historia que sirviera para subvertir la ideología implícita en la versión oficial.

En este acto amoroso, como en todo amor difícil (en frase de García Márquez)la estrategia es una absoluta necesidad. De ahí que estos cuentos se revistan de características propias del discurso histórico. En Seva, por ejemplo, la narrativa es una especie de entramado de variadas fuentes de investigación, a imitación de la forma que configura un texto histórico: cartas-diario del investigador de la historia, Víctor Cabañas; una carta de un personaje llamado también como el autor, Luis López Nieves, dirigida al director del periódico que, efectivamente, publica el cuento; páginas del alegado diario de Nelson Miles, el general norteamericano quien, en realidad, participó en la invasión del 98; un mapa de Puerto Rico del siglo XIX, y hasta la copia de una declaración jurada firmada por un alegado sobreviviente de la invasión.

A través de todas estas fuentes va desenvolviéndose una trama impecablemente escrita, con una estructura que provoca el interés del lector, y que cuenta cómo los pobladores de un pueblo llamado Seva, en la costa este de la isla, resistieron heroicamente una primera invasión de los norteamericanos en mayo de 1898, aunque luego fueron masacrados y el pueblo borrado completamente de la historia. En su lugar se construyó una base militar, la actual Roosevelt Roads, y en los alrededores, el pueblo que hoy conocemos como Ceiba.

Al leer el cuento, publicado en un periódico de San Juan sin aclarar que se trataba de un relato de ficción, los lectores puertorriqueños se convencieron de que eran testigos de un descubrimiento que cambiaba por completo su historia. De esta forma, el hecho que nos cuenta la historia, la invasión ocurrida en julio del 98, en el pueblo de Guánica, en la costa sur, es desplazado en la mente de los lectores por el hecho narrado en el texto literario. ¿Con qué propósito se lleva a cabo esta transmutación de la historia? No hay duda: para cambiar sus efectos. Es evidente que la descripción de la invasión norteamericana hecha en la versión oficial podría llevar a concluir que no hubo resistencia heroica, y de ahí sólo hay un paso para aseveraciones más generales que predicaran el carácter sumiso del puertorriqueño. El propósito de Seva, entonces, es decirnos que las inferencias que se derivan de la versión oficial no son válidas, por lo que es necesario recurrir a la literatura para inventar una historia que permita descubrir la verdad: la valentía del puertorriqueño, su capacidad para resistir cualquier embate.

Si en Seva se legitima como histórico un hecho inventado acerca de la invasión del 98, en la colección de cuentos que López Nieves publicará próximamente, La verdadera muerte de Juan Ponce de León, se lleva a cabo la misma práctica, pero esta vez la ficción se apropia del espacio histórico del siglo XVI. De la colección sólo se ha publicado el cuento que da título al libro, el cual apareció en 1994, en El Carillón, un periódico de Boston, y más recientemente, en Inti, Revista de literatura hispánica (Nº 43-44, Primavera-Otoño, 1996).

En todos estos relatos, el autor parece crear no sólo partiendo de la premisa de que el texto histórico ha sido una forma de privilegiar un determinado orden, y de silenciar múltiples hechos que podrían ofrecer otro ángulo de las cosas, sino también, inspirandose en la idea borgeana deque mientras el método intrínseco de la historia no siempre puede conducimos a la verdad, la literatura, como toda expresión artística, sí puede hacerlo, por exigir, entre otras cosas, la supresión de los hábitos normales del pensamiento racional, originando así un tipo de aprehensión más intuitiva.

El argumento de “Le verdadera historia de Juan Ponce de León” puede resumirse del siguiente modo: el profesor de historia Eugenio Aristegui Arzallús encuentra accidentalmente, en el palacio arzobispal de San Juan, un manuscrito escrito en vasco por un monje en 1653, donde se relatan acontecimientos acaecidos en el siglo XVI. Un discípulo del monje y una religiosa han custodiado el manuscrito durante años, siendo los únicos que lo han leído, al poder entender la lengua. A pesar de que Aristegui es de ascendencia vasca, ni lee ni entiende vasco, y tiene que pedirle a un amigo que le traduzca el manuscrito al español. Ahora lo hace público, ‘aunque comunicándole al Arzobispo de San Juan que el documento le pertenece a la iglesia. En el manuscrito, Pedro de Arpeitia, apodado el Monje Vasco, relata cómo el indio taíno Danuax engañó a Juan Ponce de León haciéndole creer que sabía dónde estaba la Fuente de la Eterna Juventud pues se había bañado en ella, por lo que a pesar de tener 118 años, lucía como si tuviera veinte. Danuax, valiente guerrero hijo de un cacique, sabía que la fuente no “era real sino cuentos que los mayores inventan para entretener y maravillar a los niños”, pero su odio hacia Ponce de León lo hace tramar este engaño, inspirándose en la idea. comprobada por él mismo, de que los españoles creían cualquier cosa que fuese de beneficio y produjera oro. Juan Ponce de León lo lleva con él a La Florida y cuando es herido, Danuax aprovecha la oportunidad para matarlo.

Desde el comienzo de la narrativa va se expresa la idea de reescribir la historia. La monja María del Pilar Arzallús, tía de Eugenio, le pide a éste que la ayude a reorganizar el despacho del Cardenal en el palacio arrobispal de San Juan, de tal manera que haya espacio para el equipo moderno. Al mover un pesado mueble de caoba, en el lugar donde este mueble había estado por casi trescientos años, Eugenio encuentra el manuscrito. Entonces, comenta, tratando de explicar lo que a su juicio le había obsequiado su tía al pedirle que la ayudara: “Me regaló también el raro placer de jugar con la historia, porque es innegable que cuando tomamos un mueble que lleva casi 300 años en un rincón, y lo movemos a otro rincón, en cierto modo estamos alterando o reescribiendo la historia”.

Por supuesto, como indiqué anteriormente, López Nieves parece decirnos que apropiarse de la historia para reescribiría en el espacio literario, sólo adquiere sentido si se logra transformar la ideología implícita en la versión oficial, de tal manera que puedan formularse premisas modernas que establezcan las bases para el continuo desarrollo de la identidad nacional.

La voz del indígena, en la formación de dicha identidad, ha sido muchas veces silenciada, y este cuento se propone iniciar su rescate. López Nieves se vale de hábiles estrategias textuales para lograr que el verdadero narrador de la historia sea el indio, dotandolo de esta forma de una voz inconfundiblemente clara, a través de la cual se revelan unos hechos que atemorizarán español durante años.

En el manuscrito -que ocupa más de la mitad del cuento- el Monje Vasco no nos transmite las palabras del indio usando un discurso indirecto en tercera persona (lo cual, como sabemos, produciría la impresión deque es el Monje quien habla) sino que las presenta en primera persona y entre comillas,  recurso que logra que el lector le confiera la autoría del manuscrito al taíno Danuax. En efecto, es Danuax el autor del texto no sólo por lo que he señalado, sino, además, porque al ser el único sobreviviente de los hechos ocurridos, es también el único que puede contar. La voz que oímos al leer es la del valiente Danuax. Estamos, entonces, ante uno de los escasos relatos de la literatura puertorriqueña contemporánea, en que no se habla del indio sino que el indio habla. El indio tiene la palabra (palabra que, a su vez, registra su acción) y esto le confiere poder. El español protege esa palabra solamente porque le teme: ¿Cómo decirle a los bizarros castellanos, cuya propia honra tienen en tan alta estima, que un primitivo aborigen inculto ridiculizó a uno de sus más grandes conquistadores…?”, se pregunta con temor el Monje Vasco.

Habría que recordar que el Monje escribe el manuscrito en vasco para evitar que fuera leído en Puerto Rico y que aquéllos que lo leen sólo pueden hacerlo porque son vascos. En otras palabras, el manuscrito no pudo ser leído durante años por estar escrito en una lengua distinta del español. Para poder entenderlo es necesario que sea traducido. Una idea semejante aparece en Seva al presentar el diario del general Nelson Miles traducido del inglés al español. ¿Qué se intenta sugerir con esto? Evidentemente que, para nosotros los puertorriqueños, existe sólo una lengua del conocimiento: el español Esto no quere decir, por supuesto, que se niegue la importancia de aprender otras lenguas que nos enriquezcan.

En el cuento “Le verdadera muerte de Juan Ponce de León”, como en varios de los relatos que se incluyen en el libro del mismo título, se propone, además, que las características definitorias del puertorriqueño se originan en el siglo XVI y no en el XIX, como han sostenido tradicionalmente muchos historiadores. López Nieves roma como punto de partida las investigaciones de la profesora Elsa Gelpí Baíz, productos del movimiento revisionista de la historia, y formuladas en su tesis doctoral Economía y sociedad: la oligarquía azucarera en el Puerto Rico del quinientos.

No se trata, desde luego, de que Luis López Nieves ahora nos diga que no hay que estudiar historia. Apasionado estudioso (ha confesado en entrevistas que lee cuanto libro de historia tenga la desgracia de caer en sus manos), este singular escritor, seducido por la idea de la literatura como espacio fundante, se ha propuesto, más bien, definir la escritura como Picasso definió la pintura: “Es una mentira que nos ayuda a entender la verdad”.

FIN


“Amores difíciles: Historia y literatura”, Ana Sierra, El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico, 21 sep 1997, pp.16-17, (Revista Domingo).


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