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El poder hereditario y las cabras – Cartas Bizantinas


Luis López Nieves

El príncipe Constantino, embajador de Bizancio en el Caribe, le escribe a la princesa Eudocia, su hermana menor, quien reside en la capital bizantina.

Querida Eudocia:

En la Edad Media europea, cuando un pastor estaba a punto de morir, repartía sus animales entre sus hijos. Cinco cabritas para Segismundo, cinco para Tancredo, cinco para Urraca… y así por el estilo. Al pastor no le importaba que las cabras fueran hermanas, primas o amiguitas. Simplemente las regalaba.

Lo mismo ocurría cuando morían los reyes. En el 1065, a la muerte del rey Fernando I de Castilla y León, este padre cariñoso le regaló Castilla a su hijo Sancho, el reino de León a su hijo Alfonso y Galicia a su hijo García.

Como resultado, muy pronto empezó una guerra civil entre los tres hermanos, con el fin de unir los reinos que el padre había dividido. Luego de muchas batallas y de terribles sufrimientos, Alfonso VI triunfó y se apoderó de los reinos de sus dos hermanos… pero sus descendientes repitieron la historia.

Esta situación era frecuente en la Edad Media. Por eso se decía que la muerte de un rey casi siempre señalaba el comienzo de una guerra civil. Esto ocurría porque los monarcas se consideraban dueños absolutos de sus tierras. Trataban (y repartían) a los habitantes como si fueran cabritas.

El rey Carlomagno, nacido en el 742, llegó a reunir un gran imperio que incluía Francia, Alemania e Italia. Al morir no hubo guerras, porque sólo le quedaba un hijo, Luis, que lo heredó todo. Pero, a la muerte de Luis, los hijos de éste (nietos de Carlomagno) guerrearon entre sí y dividieron el Imperio de tal manera que jamás volvió a unirse.

Para terminar con estas guerras perpetuas que causaban grandes sufrimientos a los europeos (continuamente tratados como cabras por sus gobernantes), surgió y quedó establecido el concepto de la primogenitura. El único heredero de un rey sería su hijo mayor… punto. Esta ley, que la Iglesia rápidamente proclamó inviolable, fue muy inteligente en su momento porque evitaba guerras civiles, conspiraciones, asesinatos, chanchullos, etcétera. Todo el país sabía que el reino no se dividiría y quién era el sucesor legítimo del monarca. Aunque siempre era posible violar la ley, la violencia se redujo dramáticamente y quedó muy grabado en las mentes de los pueblos este nuevo concepto sucesorio.

Pero ningún gobierno es perfecto. Aunque la primogenitura trajo estabilidad y evitó guerras, también tuvo consecuencias negativas porque era inflexible. No importaba que el heredero fuera retardado, sicópata o estúpido: era el heredero y futuro rey… punto.

Uno de los casos más patéticos es el de Carlos II de España (1661-1700), conocido como “El Hechizado”. Era retardado mental, raquítico, enfermizo y estéril. Vomitaba continuamente, a la menor provocación, y los ojos le supuraban pus. Como si fuera poco, también era muy feo. Sin embargo, gobernó hasta su muerte a los 39 años de edad, sin que el pueblo cuestionara su derecho a reinar.

Querida Eudocia, hay una verdad evidente: la habilidad para gobernar no se hereda. Que Fernando le haya regalado reinos a sus hijos en el siglo XI, tal vez se entienda un poco. Que en el siglo XVII Carlos II haya reinado a pesar de sus deficiencias, se entiende menos. Pero el hecho de que los habitantes del Imperio del Norte, en pleno siglo XXI, le hayan regalado a un fanático fundamentalista como Jorge Bush II el poder para matar a millones de personas en el mundo entero, dice más sobre los ciudadanos que sobre el gobernante. ¿Dije “ciudadanos”? ¿Debo decir “cabras”?

Te besa tu hermano,

Constantino

FIN


“Cartas Bizantinas: El poder hereditario y las cabras”, Luis López Nieves, El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico, 5 agosto 2007, p.108 y endi.com.

Ver la versión original en el periódico El Nuevo Día


Cartas Bizantinas es una columna del escritor Luis López Nieves, Premio Nacional de Literatura (años 2000 y 2005) y autor de la novela El corazón de Voltaire y del cuento Seva, entre otros libros. Pulse aquí para más información.


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