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Héroes degradados – Cartas Bizantinas


Luis López Nieves

El príncipe Constantino, embajador de Bizancio en el Caribe, le escribe a la princesa Eudocia, su hermana menor, quien reside en la capital bizantina.

Querida Eudocia:

Para nosotros, los bizantinos, los héroes son figuras como Hércules, Aquiles, Ulises y Alejandro Magno… seres humanos o mitológicos que con sus acciones se ganaron la admiración de sus pares, sus países y hasta del mundo entero. Siempre he pensado que esta era, más o menos, la definición de un héroe. Pero acá en el hemisferio occidental he descubierto, con grande sorpresa, un uso extravagante de la palabra “héroe”.

El 11 de septiembre de 2001, por ejemplo, sobre tres mil personas murieron en las Torres Gemelas de Nueva York debido a un ataque terrorista. Eran personas normales: secretarias, conserjes, ejecutivos, vendedores. Sin embargo, a partir de ese día el gobierno y la prensa del Imperio del Norte los ha proclamado “héroes” a todos, sin ninguna distinción.

Asimismo ocurre con los soldados del Imperio que participan de la invasión de Irak. Cada vez que uno de ellos padece daño o muere a causa de una bomba o de un disparo enemigo, de inmediato la prensa occidental lo proclama héroe. De hecho, no importa cómo muera: si su helicóptero se estrella debido a un desperfecto mecánico, si su camión se vuelca, si un compañero le dispara por error, si sufre un ataque al corazón… no importa, este soldado recibe el título inmediato de “héroe”.

Este fenómeno estrambótico no se limita a situaciones extraordinarias, como las guerras o el terrorismo. Acá he notado, querida Eudocia, que para ser héroe basta con que un autobús choque y todos sus pasajeros mueran: de inmediato la prensa anuncia que el ómnibus iba lleno de “héroes”. Si un barco turista se hunde y perecen 200 pasajeros o un gran fuego destruye un edificio residencial, al instante se proclama “héroes” a todos los muertos, ya sean niños, jóvenes o viejitos.

De hecho, digamos que ocurre un atraco en un banco y que toman veinte rehenes. Una vez liberados, la prensa occidental sufre una especie de frenesí: entrevista a los rehenes, cuenta sus hagiografías, prepara extensos reportajes sobre sus cónyuges y sus hijos… y básicamente proclama héroes no sólo al ex rehén, sino a su familia, a sus vecinos, al cartero, al lechero, al pediatra de los niños, al perrito y a cualquier otra persona o criatura viviente que en algún momento de su vida haya tenido contacto con el ex rehén.

Desde que estoy por acá ha llamado mi atención este uso excéntrico de la palabra “héroe”, pero no había hecho nada al respecto. Hoy decidí buscar en el diccionario y encontré lo siguiente: “Héroe: famoso por sus hazañas o virtudes”. En efecto, esta es la definición que, durante más de dos milenios, tanto los bizantinos como el resto de la humanidad le ha dado a esta palabra.

Pero mi indagación no se detuvo. Casi por impulso decidí, de pronto, buscar otra palabra: “Víctima: persona que padece daño o muere por culpa ajena o por causa fortuita”.

Descifrado el misterio, querida hermana. Aunque el diccionario dice lo contrario, acá en Occidente el Imperio del Norte ha optado por abusar de la palabra “héroe”… y sus devotos admiradores de América Latina los imitan servilmente, como es la costumbre.

¿Qué palabra usan acá para describir a los héroes verdaderos, a los que realizan auténticas hazañas? No lo sé. Muchas veces tengo dificultades para comprender a estos latinoamericanos tan singulares. Como dice nuestra amiga, la condesa Miriam de la Solaine: “No es fácil ser embajador en el trópico”.

Te besa tu hermano,

Constantino

FIN


“Cartas Bizantinas: Héroes degradados”, Luis López Nieves, El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico, 1 julio 2007, p.109 y endi.com.

Ver la versión original en el periódico El Nuevo Día


Cartas Bizantinas es una columna del escritor Luis López Nieves, Premio Nacional de Literatura (años 2000 y 2005) y autor de la novela El corazón de Voltaire y del cuento Seva, entre otros libros. Pulse aquí para más información.


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